Marketing emocional: publicidad - Mass Media Imagine Formación Skip to main content

Alegría, tristeza, conmoción… Todo producto o servicio tiene detrás de sí una historia y una serie de emociones que transmitir y son grandes culpables de sus aspiraciones al éxito en ventas. Estos pequeños relatos son casi tan importantes como lo que se quiere vender, ya que hoy en día los consumidores buscan dar un paso más hacia las marcas, creando un vínculo afectivo con ellas para sentirlas como algo propio. Los expertos dicen que si el mensaje que se transmite es efectivo, aumentan las probabilidades que adquisición. Es aquí donde entra en juego el denominado marketing emocional.

Las emociones positivas provocan que ese mensaje no pase desapercibido y que se pueda recordar a largo plazo dentro de la saturación de información que llega a los usuarios cada día. Y no solo es cuestión de retener esa información, si no hacerlo de forma óptima. Provocar ternura, cariño o diversión en nuestros clientes hará que una campaña despegue.

Pero no es tan fácil como puede parecer. No se trata sólo de vender productos o servicios, sino de enamorar a nuestros consumidores. Es la pequeña diferencia respecto al marketing tradicional. Esas emociones actúan como catalizador para despertar una mayor necesidad de compra y una percepción más “humana” de las marcas. Los usuarios cada día somos más exigentes, buscamos marcadores diferenciadores entre marcas y estas estrategias son una de las formas de aportar valor.

Lovemarks

Este concepto, creado en 2004 por Kevin Roberts, el director general de Saatchi & Saatchi, nos habla de esto precisamente: que el cliente se decante por nuestra marca por tener el valor diferencial de la emoción.

Una Lovemark es una marca que amamos, a la que recurrimos por impulsos irracionales. “Es la emoción lo que mueve a los seres humanos, no la razón”, afirma Roberts. Hacemos que una marca sea parte de nosotros cuando nos vemos reflejados en su estilo o filosofía de vida y, por ello, nos sentimos unidos a ella.

Valores de marca

Un claro ejemplo de la práctica de marketing emocional es Apple. Los compradores que adquieren sus ordenadores, teléfonos móviles o tabletas no solo buscan un producto que satisfaga sus necesidades, sino que buscan algo más. La gente se identifica con términos como la elegancia, la distinción o el diseño sin importar su precio, características o incluso la rentabilidad que le pueden sacar, porque es un dispositivo de Apple y confían firmemente en su trabajo.

 

Fuentes: GCI, PuroMarketing